lunes, 26 de noviembre de 2012

El rocanrol fue la música de una juventud que levantó la voz

El estadio Roberto Tapatío Méndez, escenario del espectáculo Los 60 en la UNAM

Los acordes de La plaga y La novia de mi mejor amigo también pusieron a bailar al rector José Narro el sábado

Los Sinners, Johnny Laboriel, César Costa y Angélica María, entre los invitados

Arturo Cruz Bárcenas / La Jornada

El estadio Roberto Tapatío Méndez devino gran salón de clase de Ciudad Universitaria, en el que se ilustró, por medio de líneas del tiempo, lo que ocurrió en el mundo, en México y en la Universidad Nacional Autónoma de México hace poco más de 50 años en el espectáculo llamado Los 60 en la UNAM, en el que participaron algunos de los solistas y grupos más importantes del rocanrol, que a distancia de años lucen jóvenes y fuertes. Pese al clima adverso, como el intenso frío que predominó la noche del pasado sábado, demostraron que siguen siendo los antaño rebeldes sin causa, estudiantes alegres al grito de ¡goya, goya, goya!

La logística determinó un acceso al estadio Tapatío Méndez sumamente restringido y ríos de gente –siete mil según los organizadores– ansiosa de darse al go-go y al ye-ye tuvieron que caminar hacia el único acceso que las autoridades dejaron abierto, en una costumbre molesta para las personas con alguna discapacidad, experiencia que se repite al final de los conciertos en alguna de las salas del Centro Cultural Universitario, en el que los accesos se van cerrando y si no se tiene coche se deberá caminar en busca de algún taxi.

Ambiente de los años 60

Una vez sorteados los obstáculos, los miles de seguidores de los cantantes de copete envaselinado se instalaron en las gradas desde donde, con hijos o esposas, disfrutaron al son de la música de los ídolos sesenteros. Sonreían y comentaban acerca de los automóviles deportivos instalados a la entrada del estadio, como escenografía. Eran vehículos como los que manejaba El Santo en las películas en las que vencía a momias o marcianos. Destacaban un Mustang y un Shelby.

Algunos, que iban con retraso, apuraban el paso porque ya se oía la música interpretada por el grupo Carbono 14 que, para prender el ánimo, se reventó algunas de los Beatles. Eso de Carbono 14 y la relación con los clásicos refiere el buen humor y el México de los años 60.

Los Sinners abrieron la tocada con la emblemática Carrera del oso. El gélido viento no impidió que algunos llevaran el ritmo con los pies. Para el sentimiento y una forma peculiar de hablar de un sentimiento ruborizante se escuchó La novia de mi mejor amigo, que provocó los primeros coros.

En la línea del tiempo se informó que en los años 60 se recrudeció la guerra fría, se construyó el Metro de la ciudad de México, se peleó por la educación como garantía del desarrollo y avance profesional; fueron los días de cabello largo, la década de los ismos: pacifismo, ecologismo socialismo, capitalismo; en fin, de la protesta social. Y la voz de los estudiantes, en Ciudad Universitaria, la vida se volvió bulliciosa; se bailó y se cantó.

Recordar los años 60 es volver al rocanrol de esos días. Los moderadores de la noche fueron Ricardo Rocha y Patricia Llaca. Los Sinners llegaron al corazón con Adiós a Jamaica.

Una onda fría cayó sobre el sur de la ciudad. Algunos se acercaron para darse calor, otros fueron por café. El meteorológico había informado que iba a hacer frío, pero se quedó corto.

Las sucesivas líneas del tiempo empezaron en 1954. Bill Halley y sus cometas irrumpen con Al compás del reloj y hacen girar a millones de jóvenes que descubren, encuentran, experimentan un ritmo nuevo. El rocanrol llegó para quedarse. Del otro lado del mundo, Mao Tse Tung protestó como líder de la República Popular China, México anotó su primer gol en una Copa del Mundo, se entregó Ciudad Universitaria… entró al escenario Johnny Laboriel y cantó La hiedra venenosa, Siluetas, Melodía de amor y otras, que con dificultad hicieron mover a los asistentes. ¡Parecen robots!, lanzó Laboriel, quien bajó del escenario y recorrió los pasillos entre las gradas. Hizo bailar a algunos en las tres pistas dispuestas para tal fin. Johnny fue con su grupo pionero del rock en México.

Otra línea del tiempo, 1957, señalaba: con su muerte, nació el mito, la leyenda de Pedro Infante; Rusia avanzó en la carrera espacial al poner en órbita el primer satélite artificial, Adolfo López Mateos fue postulado candidato a la Presidencia de la República y se subrayó que fue egresado de la UNAM, murió Humphrey Bogart… arribaron al escenario Los Teen Tops, que pusieron a bailar a la concurrencia con La plaga, Popotitos, Pensaba en ti y otras.

José Narro Robles, el rector de la UNAM, no pudo sustraerse y ejecutó unos movimientos rocanroleros. En entrevista dijo: “Éstos son recuerdos de la época de adolescencia y juventud. Vivíamos todos de la misma manera. Son recuerdos de haber conocido a la ahora esposa. Son recuerdos de la secundaria y la preparatoria. De un México diferente, en el que los jóvenes teníamos grandes expectativas.

El rock es importante para la UNAM, sobre todo porque el rocanrol tiene sus antecedentes en la época en que se inauguró Ciudad Universitaria, cuando las escuelas comienzan a llegar acá. Sobre la relación rock-rebeldía, debo decir que es la música de un sector de la población muy dominante que cambiaría muchas cosas, que protestó y levantó la voz contra el autoritarismo, que promovió modificaciones en la moda, en el peinado, en la manera de vestir, de querer. Hay una enorme cantidad de cambios a partir del rocanrol.

Ritmo frenético

Las líneas del tiempo dejaban en claro que nada ocurre de manera gratuita en la historia y que todo está en el presente. Siguieron los Locos del Ritmo, que  continuaron como antaño: con un ritmo frenético, y precursor también de lo que hoy se conoce como balada. Calentaron el ambiente con las flamígeras Aviéntense todos y Chica alborotada. En los años 60 algunos cóvers y versiones de éxitos gringos fueron mejores en la creación de mexicanos.

Tocó el turno a César Costa, quien cantó a pesar de estar resfriado. No lució sus típicos suéteres porque iba envuelto en un abrigo color negro. A los cuatro vientos lanzó los éxitos de Paul Anka, algunos de mayor gusto para el público en su voz. Logró momentos de romanticismo con Mi viaje, La historia de Tonny y su versión en inglés de A mi manera.

Dejó el terreno más que preparado para Angélica María, para muchos todavía la auténtica Novia de México y quien lució una voz sin daño. Se quitó los zapatos y se puso unas botas para caminar entre las gradas, en un acto de entrega y profesionalismo. Miles corearon Eddie, Eddie; Siempre sola y El hombre que yo amo.

Alrededor de las 10 de la noche finalizó el concierto en el que no hubo nostalgia y los pumas de corazón rugieron como un tigre cuando César Costa interpretó la rola de título ídem.

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